FOUCAULT. La escritura de sí (fragmento). En: Estética, ética y hermenéutica. Barcelona, Paidós, 1999. (pp.291-294).
"Ninguna técnica y ninguna habilidad profesional pueden adquirirse sin ejercicio; tampoco se puede aprender el arte de vivir, la
téchne tou biou, sin una áskesis que hay que considerar como un
entrenamiento de sí por sí mismo: éste era uno de los principios
tradicionales a los que, desde mucho tiempo antes, los pitagóricos,
los socráticos y los cínicos le habían concedido una gran importancia. Más bien parece que entre todas las formas adoptadas por este
entrenamiento (que suponía abstinencias, memorizaciones, exámenes de conciencia, meditaciones, silencio y escucha del otro), la
escritura -el hecho de escribir para sí mismo y para algún otro
(autrui)- hubiera empezado a desempeñar bastante más tarde un
papel considerable. En todo caso, los textos de la época imperial
que se refieren a las prácticas de sí otorgan a la escritura un amplio
espacio. Hace falta leer, decía Séneca, pero también escribir. Asimismo Epicteto, a pesar de impartir sólo una enseñanza oral, insiste en varias ocasiones en el papel de la escritura como ejercicio personal: se debe «meditar» (meletán), escribir (gráphein) y entrenarse
(gymnázein); «Ojalá me sorprenda la muerte teniendo esto en el
ánimo, escribiendo esto, leyendo esto!». O incluso: «Ten esto a mano de día y de noche: esto has de escribir, esto has de leer, sobre
esto has de dialogar contigo mismo; decirle a otro (...). Y luego, si
sucede alguna cosa de las que llaman indeseables, lo primero que
te alivie al punto será que no era imprevisto».' En estos textos de
Epicteto, la escritura aparece regularmente asociada a la «meditación», a ese ejercicio dei pensamiento sobre sí mismo que reactiva
lo que sabe, vuelve a hacer presentes para sí un principio, una regla
o un ejemplo, reflexiona sobre ellos, los asimila y se prepara para
afrontar lo real. Pero vemos también que la escritura está asociada
de dos modos diferentes al ejercicio de pensamiento. Uno adopta
la forma de una serie «lineal»: va de la meditación a la actividad de la
escritura y de ésta al gymnazein, es decir al entrenamiento en situación real y a la prueba: trabajo de pensamiento, trabajo mediante
la escritura, trabajo en realidad. EI otro es circular: la meditación precede a las notas que permiten la relectura que, a su vez, relanza
la meditación. En cualquier caso, sea cual sea el ciclo de ejercicio
en el que se sitúa, la escritura constituye una etapa esencial en el
proceso al que tiende toda áskesis: a saber, la elaboración de discursos recibidos y reconocidos como verdaderos en principias racionales de acción. La escritura como elemento dei entrenamiento
de sí, tiene, para utilizar una expresión que se encuentra en Plutarco, una función ethopoiética: es un operador de la transformación
de la verdad en éthos.
Esta escritura ethopoiética, tal como se muestra a través de los
documentos de los siglos I y II, parece haberse alojado en el exterior
de dos formas ya conocidas y utilizadas con otros fines: los hypomnémata y la correspondencia.
Los HYPOMNÉMATA
Los hypomnémata, en sentido técnico, podían ser libros de cuentas, registros públicos, cuadernos individuales que servían de ayuda-
memoria. Su uso como libra de vida, como guía de conducta parece
haber llegado a ser algo habitual en todo un público cultivado. En
ellos se consignaban citas, fragmentos de obras, ejemplos y acciones
de los que se había sido testigo o cuyo relato se había leído, reflexiones o razonamientos que se habían oído o que provenían dei propio
espíritu. Constituían una memoria material de las cosas leídas, oídas o pensadas, y ofrecían tales cosas, como un tesoro acumulado, a
la relectura y a la meditación ulteriores. Formaban también una materia prima para la redacción de tratados más sistemáticos, en los
que se ofrecían los argumentos y medias para luchar contra un defecto concreto (como la cólera, la envidia, la charlatanería, la adulación) o para sobreponerse a determinada circunstancia difícil (un
duelo, un exilio, la ruina, la desgracia). Así que, cuando Fundano solicita consejos para luchar contra las agitaciones del alma, y Plutarco en ese momento apenas dispone de tiempo para componer un
tratado en la buena y debida forma, le envía sin mayores pretensiones los hypomnémata que él mismo ha redactado sobre el tema de la
tranquilidad dei alma: al menos así es como presenta el texto del Peri euthymias. ¿Modestia fingida? Sin duda se trata de una manera
de justificar eI carácter algo deslavazado dei texto; pera hay que ver también en ello una indicación de lo que eran estas cuadernos de notas - así como del uso que debía procurarse al propio tratado que conservaba algo de su forma original.
Estos hypomnemata no se deberían considerar como un simple apoyo para la memoria, que se podrían consultar de vez en cuando, SI
se presentara la ocasión. No están destinados a suplantar eventualmente el recuerdo que flaquea. Constituyen más bien un material y
un marco para ejercicios que hay que efectuar con frecuencia: leer, releer, meditar, conversar consigo mismo y con otros, etc. Y eso con el
fin de tenerlos, como dice una expresión que se repite a menudo, prócheiron ad manum, in promptu. «A mano», por tanto, y no simplemente en el sentido de que cabría recordárselos a la conciencia, sino en eI de que se deben poder utilizar, tan pronto como sea preciso, en
la acción. Se trata de constituirse un lógos bioéthicos, un bagaje de
discursos capaces de socorrer, susceptibles -como dice Plutarco- de alzar por sí mismos la voz y de acallar las pasiones como un amo que con una sola palabra aplaca eI gruñido de los perros. Para eso
hace falta que no se limiten a estar simplemente colocados como en
un armario de recuerdos, sino profundamente implantados en el
alma, «clavados en ella» dice Séneca, y que así formen parte de nosotros mismos. En resumen, que eI alma los haga no solamente suyos, sino que los haga sí misrna. La escritura de los hypomnémata es una
importante estación de enlace en esta subjetivación del discurso.
Sin embargo, por muy personales que sean, estas hvpomnémata
no deben ser considerados como diarios íntimos, o como esos relatos de experiencia espiritual (tentaciones, luchas, caídas y victorias) que encontraremos en la literatura cristiana ulterior. No constituyen un «relato de sí mismo», no tienen como objetivo hacer surgir a la luz dei día los arcana conscientiae cuya confesión -oral
o escrita- tiene valor purificador. EI movimiento que pretenden
efectuar es inverso a éste: se trata, no de perseguir lo indecible, no
de revelar lo oculto, no de decir lo no dicho, sino, por el contrario, de
captar lo ya dicho; reunir lo que se ha podido oír o leer, y con un fiin, que es nada menos que la constitución de si.
Los hypomnémata han de situarse de nuevo en eI contexto de una tensión muy sensible en la época: en el interior de una cultura
fuertemente marcada por lo tradicional, por el valor reconocido a
lo ya dicho, por la recurrencia del discurso; mediante la práctica
dei citar bajo el sello de la antigüedad y de la autoridad se desarrollaba una ética muy explícitamente orientada por el cuidado de sí hacia objetivos bien definidos, tales como retirarse, alcanzarse
a sí mismo, vivir consigo mismo, bastarse a sí mismo, beneficiarse y
gozar de sí. Tal es, sin duda, el objetivo de los hypomnémata: hacer
~e la recolección del lógos fragmentario y transmitido por la enseñanza, por la escucha o por la lectura, un medio para el establecimiento de una relación de uno consigo mismo lo más adecuada y acabada posible. Ahí radica, para nosotros, algo paradójico: ¿cómo situarse en presencia de sí mismo mediante el auxilio de discursos intemporales y recibidos un poco de todas partes? De hecho, si la redacción de los hypomnémata puede contribuir a la formación de sí a través de estos lógoi dispersos, eso obedece a tres razones principales: a los efectos de limitación debidos a la ligazón de la escritura con la lectura, a la práctica regulada de la disparidad que determina las elecciones y a la apropiación que ésta efectúa."
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